"Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:" (Mc 3,6)

12 de febrero de 2011

Los textos históricos y narrativos - Subsidio 4 del Seminario Bíblico de verano 2011 por FM Parroquial

"La Cruz de Jesucristo, símbolo de nuestra Fe"


Subsidio 4 del Seminario Bíblico de verano 2011
“Los textos históricos y narrativos”

“Oh Dios, nuestros padres nos contaron, y por eso llegó a nuestros oídos, la obra que hiciste antiguamente, con tu propia mano, cuando ellos vivían. Tú expulsaste a las naciones para plantarlos a ellos; y para hacerlos crecer, destruiste a los pueblos. No ocuparon la tierra con su espada ni su brazo les obtuvo la victoria: fue tu mano derecha y tu brazo, fue la luz de tu rostro, porque los amabas.” (Salmo 44,2-4)


I Los textos narrativos

Ni los israelitas, ni la Iglesia primitiva escribieron la historia como un fin en sí mismo, sino que escribieron relatos para proclamar las acciones de Dios a favor de Su Pueblo. Por eso, es inútil buscar en la Biblia trabajos históricos tal como los escribiría un historiador actual. Los hechos, especialmente en el AT, son presentados de acuerdo a la manera de narrar de la cultura del Antiguo Próximo Oriente que atribuía los hechos históricos a la actividad de los dioses, también los hechos extraordinarios como eclipses, cometas, terremotos, tempestades, plagas, sequías, etc. Aún los hechos sociales, surgimiento y caída de imperios, reinos, naciones, etc. Hasta los sueños y la fortuna eran también obra de los dioses.

Es un grave error interpretar los pasajes del Éxodo, p.e. como si los israelitas hubieran filmado estas cosas tal como fueron o como si Moisés hubiera estado escribiendo en el desierto. El proceso de la Escritura fue un progreso que demandó enormes esfuerzos, carísimo, con personas preparadas para hacerlo, con un reino establecido, una identidad y que Israel no pudo haber tenido antes del siglo X a.C. por poner un prudente tiempo de inicio de las primeras redacciones de las antiguas tradiciones hebreas. En estos textos del Éxodo, especialmente los caps. 1-15, es donde más se pone de manifiesto la presencia y la acción de YHWH paso a paso para liberar a Su Pueblo.

Pero tampoco podemos caer en el error y extremo de pensar que los textos narrativos fueron escritos por mandato humano sin la inspiración del Espíritu Santo, como si fueran el resultado de manipulaciones humanas para engañar al Pueblo de Dios.

Por lo tanto, al leer la Biblia se deben tener presente dos cuestiones básicas a la vez:

1)    La fe en Dios que actúa en la historia es un dato insoslayable en la teología bíblica porque esto se repite de diversas maneras tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Así como Dios está presente hoy en la vida de la Iglesia.
2)    Esa fe se manifestó primero en un medio socio-cultural muy distinto al nuestro y se expresó como “historia religiosa” y no como una historiografía escrita de manera desapasionada y verificando de forma científica cada una de sus fuentes.

Volviendo al Éxodo, entonces, p.e. lo importante no es la historicidad de cada una de las plagas de Egipto sino su significado global y redentor. Es malo en una predicación cargar de fantasías a un auditorio hambriento de la Palabra de Dios y es peor cargar de sospechas a ese auditorio a la manera de Marx, Nietzsche y Freud (los maestros de la sospecha). Es importante que el crecimiento en el conocimiento bíblico no se transforme en una suerte de “hinchazón supersticiosa” ni tampoco en una suerte de “sospecha intrigante” sino que, al contrario de estos extremos, sea un crecimiento armónico que permita la maduración en la fe que va dejando primitivos pensamientos imaginarios por más desarrollados pensamientos simbólicos, aquellos que nos unen a Dios y a la Iglesia para dar al mundo un testimonio confiable de Jesucristo unido a nuestra vida. La sana armonía entre la fe y la razón.     

A partir de lo tratado desde el subsidio 3 de este Seminario y hasta esta parte podemos descubrir otros principios hermenéuticos en relación a la Biblia:

a)    El factor unificante, es decir simbólico, analógico, de la historia bíblica es la acción de Dios en el curso de los acontecimientos humanos. La cruz p.e. es un símbolo, nos une como cristianos. 
b)    Se debe distinguir entre la historia bíblica y la historiografía moderna. Los escritores sagrados del AT escribieron una “historia profética”, por eso los judíos llamaron “profetas anteriores” a la serie deuteronomista (Josué, Jueces, I y II Samuel, I y II Reyes). Asimismo los primeros cristianos llamaron “Evangelio” y no “biografía” a los relatos sobre la vida pública de Jesús.

II Distintas maneras de narrar hechos históricos

En II Reyes cap. 25 encontramos una sobria descripción histórica de la caída de Jerusalén, pero no todas las narraciones bíblicas se expresan de esta manera. En otros casos se trata de sucesos históricos pero que han sido revestidos de elementos poéticos o imaginativos p.e. Jueces 5,20: Desde el cielo combatieron las estrellas, desde sus órbitas combatieron contra Sísara.  En este caso estamos ante un recurso literario llamado prosopopeya (del griego prósopon: persona + poeín: hacer) que consiste en presentar cosas inanimadas o animales como si fueran personas; los latinos llamaban a este recurso “personificación”.

El éxodo de Egipto está presente en casi todas las tradiciones bíblicas, pero la naturaleza de esas tradiciones: épicas, litúrgicas, confesionales, poéticas, etc. impide reconstruir la historia de manera científica. 

Con esto no estamos negando la presencia de elementos crudamente históricos en la Biblia p.e. David existió y fue rey; Josías existió y fue rey; la caída de Samaría; la caída de Jerusalén; la deportación de los judíos a Babilonia; el nacimiento de Jesucristo; la existencia de Herodes; el bautismo de Jesús; la crucifixión y muerte de Jesús; el testimonio de la resurrección de Jesucristo; la existencia de san Pablo; etc. etc. etc. Tampoco intentamos sugerir que el contenido histórico de la fe cristiana es mínimo o casi inexistente, las acciones salvadoras de Dios forman parte de la historia humana. Los autores sagrados tanto del AT como del NT estaban convencidos de que Dios ha intervenido en la historia.

Ahora bien, no todos los relatos bíblicos se relacionan necesariamente con un referente histórico, p.e. las parábolas de Jesús, ficciones poéticas o didácticas. Por eso no podemos reducir la verdad a la historia, en la Biblia la verdad se revela a través de distintos géneros y formas literarias tales como salmos, plegarias, proverbios, relatos novelados, anécdotas edificantes, etc. No nos enojemos por descubrir que Tobías, Judit, Jonás y quizá Josué fueron figuras literarias y no personajes históricos en esos relatos, al contrario, gocémonos de su significación religiosa y humana en la Palabra de Dios que actúa en los creyentes.

Conclusión

(…). Esta penetrante reflexión nos permite notar que lo que está en juego en la hermenéutica con que se aborda la Sagrada Escritura es inevitablemente la correcta relación entre fe y razón. En efecto, la hermenéutica secularizada de la Sagrada Escritura es fruto de una razón que estructuralmente se cierra a la posibilidad de que Dios entre en la vida de los hombres y les hable con palabras humanas. También en este caso, pues, es necesario invitar a ensanchar los espacios de nuestra racionalidad. Por eso, en la utilización de los métodos de análisis histórico, hay que evitar asumir, allí donde se presente, criterios que por principio no admiten la revelación de Dios en la vida de los hombres. La unidad de los dos niveles del trabajo de interpretación de la Sagrada Escritura presupone, en definitiva, una armonía entre la fe y la razón. Por una parte, se necesita una fe que, manteniendo una relación adecuada con la recta razón, nunca degenere en fideísmo, el cual, por lo que se refiere a la Escritura, llevaría a lecturas fundamentalistas. Por otra parte, se necesita una razón que, investigando los elementos históricos presentes en la Biblia, se muestre abierta y no rechace a priori todo lo que exceda su propia medida. Por lo demás, la religión del Logos encarnado no dejará de mostrarse profundamente razonable al hombre que busca sinceramente la verdad y el sentido último de la propia vida y de la historia. (Exhortación Apostólica Verbum Domini, 36)

Es muy importante tratar con equilibrio al texto bíblico. Lo más cómodo es caer en un extremo fideísta o relativista, en una actitud espiritual “infantil” o “adolescente”. El gran desafío que tenemos por delante implica el deber de descubrir en la Biblia la preciosa armonía entre la fe y la razón, aquí también cabe el ejemplo de la visión: ver con ambos ojos, el de la fe y el de la razón, porque ambas cosas provienen de Dios.

Entonces Jonás oró al Señor, su Dios, desde el vientre del pez, diciendo: «Desde mi angustia invoqué al Señor, y él me respondió; desde el seno del Abismo, pedí auxilio, y tú escuchaste mi voz. Tú me arrojaste a lo más profundo, al medio del mar: la corriente me envolvía, ¡todos tus torrentes y tus olas pasaron sobre mí! Entonces dije: He sido arrojado lejos de tus ojos, pero yo seguiré mirando hacia tu santo Templo. Las aguas me rodeaban hasta la garganta y el Abismo me cercaba; las algas se enredaban en mi cabeza. Yo bajé hasta las raíces de las montañas: sobre mí se cerraron para siempre los cerrojos de la tierra; pero tú me hiciste subir vivo de la Fosa, Señor, Dios mío. Cuando mi alma desfallecía, me acordé del Señor, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo Templo. Los que veneran ídolos vanos abandonan su fidelidad, pero yo, en acción de gracias, te ofreceré sacrificios y cumpliré mis votos: ¡La salvación viene del Señor!». Entonces el Señor dio una orden al pez, y este arrojó a Jonás sobre la tierra firme. (Jonás 2,2-11)

Nuestra confianza no está en una filosofía, ni en una manera de explicar a Dios, ni en una ideología, ni en una sensación, ni en una seguridad, ni en una época, ni en un héroe. Es bueno reconocerlo como Jonás en el vientre del pez. Nuestra confianza está en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, testimoniado por la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

¡Gloria a Dios!

Preparado por Mauricio Shara en base a la siguiente bibliografía:

Textos de la versión argentina de la Biblia “El Libro del Pueblo de Dios”
P. Armando J. Levoratti, “Cómo interpretar la Biblia”, Comentario Bíblico Internacional católico y ecuménico para el siglo XXI, Navarra, Verbo Divino, 2005, 17-18
Benedicto XVI, Exhortación Apostólica “Verbum Domini” sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, 2010

1 comentario:

Diálogo significa que hay más de una razón para exponer, una conversación entre dos o más personas que manifiestan sus ideas y afectos, también puede ser una discusión. El diálogo nos enriquece, por lo tanto: ¡bienvenida y bienvenido a dejar tu comentario en miel y langostas!

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