Seminario
Bíblico 2011 por FM Parroquial 105.1 "Cómo interpretar la Biblia"
Subsidio 13 –
“El enfoque canónico I parte”
I ¿Qué nos
dice la Pontificia Comisión Bíblica?
1. Acercamiento canónico
Constando que el método histórico-crítico
experimenta a veces dificultades para alcanzar, en sus conclusiones, el nivel
teológico, el acercamiento canónico, nacido en los Estados Unidos hace unos
veinte años, procura conducir a buen término una tarea teológica de
interpretación, partiendo del cuadro explícito de la fe: la Biblia en su
conjunto.
Para hacerlo interpreta cada texto bíblico
a la luz del canon de las Escrituras, es decir, de la Biblia en cuanto recibida
como norma de fe por una comunidad de creyentes. Procura situar cada texto en
el interior del único designio divino, con la finalidad de llegar a una
actualización de la Escritura para nuestro tiempo. No pretende sustituir al
método histórico-crítico, sino que desea completarlo.
Se han propuesto dos puntos de vista
diferentes:
Brevard S. Childs centra su interés sobre
la forma canónica final del texto (libro o colección), forma aceptada por la
comunidad como autoritativa para expresar su fe y dirigir su vida.
Más que sobre la forma final y estabilizada
del texto, James A. Sanders pone su atención en el "proceso canónico"
o desarrollo progresivo de las Escrituras, a las cuales la comunidad creyente
ha reconocido una autoridad normativa. El estudio crítico de este proceso
examina cómo las antiguas tradiciones han sido utilizadas en nuevos contextos,
antes de constituir un todo a la vez estable y adaptable, coherente y
unificante de datos diversos, del cual la comunidad de fe extrae su identidad.
En el curso de este proceso se han puesto en acción procedimientos
hermenéuticos, y ellos continúan actuando después de la fijación del canon.
Frecuentemente son de género midráshico, que sirven para actualizar el texto
bíblico. Favorecen una constante interacción entre la comunidad y sus
escrituras, recurriendo a una interpretación que procura hacer contemporánea la
tradición.
El acercamiento canónico reacciona con
razón contra la valorización exagerada de lo que se supone ser original y
primitivo, como si ello fuera lo único auténtico. La escritura inspirada es
ciertamente la Escritura tal como la Iglesia la ha reconocido como regla de fe.
A propósito de esto se puede insistir, sea sobre la forma final en la cual se
encuentra actualmente cada uno de los libros, sea sobre el conjunto que ellos
constituyen como canon. Un libro no es bíblico sino a la luz de todo el canon.
La comunidad creyente es efectivamente el
contexto adecuado para la interpretación de los textos canónicos. La fe y el
Espíritu Santo enriquecen su exégesis. La autoridad eclesial, que se ejerce al
servicio de la comunidad, debe vigilar para que la interpretación sea siempre
fiel a la gran tradición que ha producido a los textos (cfr. Dei Verbum, 10).
El acercamiento canónico debe enfrentar más
de un problema, sobre todo cuando procura definir el "proceso
canónico". ¿A partir de cuándo se puede decir que un texto es canónico?
Parece admisible decirlo desde que la comunidad atribuye a un texto una
autoridad normativa, aún antes de la fijación definitiva de ese texto. Se puede
hablar de una hermenéutica "canónica" mientras la repetición de las
tradiciones, que se efectúa teniendo en cuenta los aspectos nuevos de la
situación (religiosa, cultural, teológica), mantenga la identidad del mensaje.
Pero se presenta una cuestión: ¿el proceso de interpretación que ha conducido a
la formación del canon debe ser reconocido como regla de interpretación de la
Escritura hasta nuestros días?
Por otra parte, las relaciones complejas
entre el canon judío de las Escrituras y el canon cristiano suscitan numerosos
problemas de interpretación. La Iglesia cristiana ha recibido como
"Antiguo Testamento" los escritos que tenían autoridad en la
comunidad judío-helenística, pero algunos de ellos están ausentes de la Biblia
hebrea, o se presentan bajo una forma diferente. El corpus es pues diferente.
Por ello, la interpretación canónica no puede ser idéntica, porque cada texto
debe ser leído en relación con el conjunto del corpus. Pero, sobre todo, la
Iglesia lee el Antiguo Testamento a la luz del acontecimiento pascual (la
muerte y resurrección de Jesucristo), que aporta una radical novedad y da, con
una soberana autoridad, un sentido decisivo y definitivo a las Escrituras (cfr.
Dei Verbum, 4). Esta nueva determinación de sentido forma parte integrante de
la fe cristiana. Ella no puede, sin embargo, quitar toda consistencia a la
interpretación canónica anterior, la que ha precedido la pascua cristiana,
porque es necesario respetar cada etapa de la historia de salvación. Vaciar el
Antiguo Testamento de su sustancia sería privar al Nuevo Testamento de su
enraizamiento en la historia. (Pontificia Comisión Bíblica, “La
interpretación de la Biblia en la Iglesia”, I, C, 1)
II La Biblia es un tesoro de fe
La Biblia se
formó progresivamente a lo largo de siglos. Al redactar los escritos, los
autores sagrados tomaron diversas tradiciones, de manera que la mayoría de los
textos son obra de más de un autor. En esto, podemos distinguir dos grandes
etapas generales en la inspiración de la Sagrada Escritura:
1)
La
proclamación oral hecha por poetas, profetas, apóstoles, predicadores,
narradores épicos, etc.
2)
La
edición hecha por redactores, escribas, evangelistas, etc. desde su visión
teológica y con sus comentarios.
El Pentateuco
p.e. es una extensa composición con diversos géneros literarios, muchos de sus
textos son originariamente independientes.
Entre estas
fuentes podemos encontrar “El libro de las guerras del Señor” Por eso, el Libro de las Guerras del Señor habla de «...Vaheb en Sufá, y
los torrentes; el Arnón, con sus afluentes, que se extiende hasta el territorio
de Moab...». (Números 21, 14-15) acá la
expresión “libro” (heb. sefer) se
refiere a un documento escrito.
También podemos observar el poema
sobre la caída de Moab: Por eso los poetas
recitan: «¡Vengan a Jesbón! Que sea reconstruida, que sea restaurada la
ciudad de Sijón. (Números 21, 27) se atribuye a cantantes de baladas (heb.
moshelim)
En el NT la formación de los
Evangelios canónicos comenzó con el recuerdo de las palabras de Jesús y sus
acciones transmitidas por los servidores de la Palabra: “Muchos han tratado de relatar
ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como
nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos
oculares y servidores de la Palabra.”
(Lucas 1,1-2). Así es como surgen las versiones evangélicas de Marcos, Mateo,
Lucas y Juan siendo un testimonio perenne de la diversidad de tradiciones
cristianas.
Asimismo, san Pablo
también evoca estas tradiciones orales: Lo que yo
recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor
Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan… (I Corintios 1, 23) Acá vemos como san Pablo hace referencia a una
tradición apostólica que él considera como “del Señor” ya que no estuvo
presente en la Última Cena. Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo
recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue
sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a
Pedro y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al
mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además,
se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles. Por último, se me
apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto. (I
Corintios 15, 3-8).
Lo mismo podemos constatar en
otras cartas apostólicas (II Pedro 1,12; II Juan 5-6; Judas 3).
Entonces, resulta claro que en la
Biblia existe un gran depósito de materiales tradicionales atesorados por una
comunidad de fe. En donde se produce una interacción virtuosa entre la herencia
del pasado y las realizaciones del presente. Esas tradiciones configuran en
gran manera a la comunidad de fe y la comunidad reinterpreta y reformula los
materiales recibidos en forma tradicional sin alterar su esencia. Por eso,
podemos decir que el Pueblo de Dios y las Escrituras han crecido
juntamente.
Preparado por
Mauricio Shara en base a la siguiente bibliografía:
Texto bíblico de la
traducción argentina “El Libro del Pueblo de Dios”
Armando J. Levoratti,
“Cómo interpretar la Biblia”, Comentario Bíblico Internacional católico y
ecuménico para el siglo XXI, Navarra, Verbo Divino, 2005, 28
Pontificia Comisión
Bíblica, “La Interpretación de la Biblia en la Iglesia”, I, C, 1
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