Seminario Bíblico 2011-2012 “Cómo interpretar la Biblia” por FM
Parroquial 105.1
Subsidio 37: Verbum Domini X – Exégesis y
Hermenéutica – Descubrir el sentido de la vida para no caer en el pensamiento mágico o
superstición
El fundamentalismo
bíblico se nutre del pensamiento mágico o superstición, por tanto es idólatra.
Al
considerar que la sagrada Escritura fue revelada “palabra por palabra” a los
autores sagrados se pierde la estrecha relación de lo divino y lo humano en las
relaciones con Dios. Es decir, el fundamentalismo bíblico transforma todo lo
sagrado (aquello en lo que interviene tanto lo divino como lo humano) en
meramente “divino” o “espiritual”. No diviniza todas las cosas de la realidad
(eso sería panteísmo) sino algunas cosas.
Algunos
ejemplos de superstición entre los grupos fundamentalistas bíblicos:
·
La Biblia misma
pasa a ser considera “Dios” en lugar de un libro apto para el encuentro del hombre
con Dios. Esto es: bibliolatría o adoración a la Biblia. Recordemos que no es
igual Palabra de Dios que Biblia, la Palabra de Dios precede a la Biblia, está
contenida en la Biblia de manera muy singular y trasciende a la Biblia.
·
El intérprete
fundamentalista pasa a ser un líder incontestable, lo cual termina
en el culto a la personalidad, que también es idolatría. Ya no cuenta la
Tradición ni el Magisterio porque el intérprete se cree, prácticamente, en sí
mismo la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio, todo junto. Los adeptos
al líder incontestable deben tener claro que sus palabras son la “Palabra de
Dios”, el líder es el “san Pablo de este tiempo” o “el ‘profeta’ que todo lo
adivina” o “el gran consejero espiritual”, etc.
Cuando el faraón de Egipto se paseaba por las orillas
del Nilo el pueblo debía tirarse al piso porque estaban en “presencia de dios”
y no podían mirarlo cara a cara, este esquema de monarquía no era el israelita
(sacralización, el rey no era un dios sino un mediador entre Dios y los
hombres) sino el esquema de divinización egipcio.
·
También
se “divinizan” objetos tales como mantos,
utensilios, pañuelos, etc. que pasan a ser una suerte de “talismanes con
poder”. Esto sucede porque se mal interpretan pasajes bíblicos como p.e. Hechos
19,11-12 por no comprender ni la estructura ni la teología del Libro de los
Hechos. La divinización de objetos también es idolatría.
·
El mundo espiritual
(especialmente los demonios) están presentes por todas partes, “el mundo
espiritual nos abruma”, “el diablo está por todos lados”. Esto se lo utiliza
para mantener un control psicopático sobre las personas que están bajo la
sugestión del líder fundamentalista y todo aquel que no acepta las palabras del
intérprete incontestable está en poder o bajo la influencia de Satanás y debe
ser “liberado” o expulsado de la “comunidad”. Hacer de Satanás y sus demonios
una fuerza tan poderosa también es idolatría.
·
La imagen de Jesucristo
es monofisita, Jesucristo es sólo Dios. Los intérpretes fundamentalistas pueden
introducir en sus delirantes exposiciones alguna fórmula correcta como “Jesús
es verdadero Dios y verdadero hombre” pero esta fórmula es totalmente ajena al
contexto predicado y “experimentado” por ellos. Las fantasmagorías son
constantes y resultan ser una suerte de aval para el gurú fundamentalista: “vi
a Jesús que me dio un libro” (esta es favorita ya que avala la religión del
libro impuesta por el gurú y está ampliamente difundida en Latinoamérica desde
los años 80). Hay una mimesis (imitación hecha por un mimo) de los libros
proféticos porque no se comprende el proceso de redacción de los mismos. La
imagen reductiva de Jesucristo es herejía.
·
Se pretenden
realizar constantes “canjes” con Dios, como hacen también los brujos
(“trabajos”), “hice pacto con Dios”, “yo hago esto y Él me da esto”, porque no
comprenden que los pactos de Dios en el Antiguo Testamento están
personificados, p.e. Noé representa a toda la creación, Abraham al pueblo de
Dios y sus descendientes, Moisés a Israel y su religión, David al Reino y sus
generaciones; etc. En esta característica entra p.e. el tratamiento que dan al
“diezmo”, que deja de ser libre y consciente, en el amor, dado a la Iglesia (no
a un grupo aislado con fines de lucro disfrazado con ciertos elementos
altruistas o caritativos) para ser un elemento de sojuzgamiento, de vasallaje,
de explotación (san Pablo tiene algo que decir al respecto en I Co 6,10: los
explotadores no heredarán el Reino de Dios).
Esto pasa por no comprender que Dios es bueno y
misericordioso, que no necesita de nuestros “canjes” para bendecirnos, esa es
una visión muy legalista acerca de la gracia y la misericordia del Señor. La
transformación de la relación con Dios, del trato concreto (p.e. el diezmo) a
una categoría de divinización es también idolatría. Con esto no se pretende
decir que no hay que ofrendar abundantemente en la Iglesia sino que hay que
hacerlo sin pensamiento mágico.
·
Cada
uno de los grupos fundamentalistas está fanatizado en la creencia de estar
enviados por Dios para una misión única en el mundo, no es casual que repitan
frases como: “no estamos tan solos” o “estamos solos”, “la unción que Dios le
dio a esta ‘comunidad’ es única”, “no comparta lo que se le enseña con
cualquiera”, “somos el resto de Israel de este tiempo”, etc. Esto rompe la
comunión eclesial por suponerse en una suerte de superioridad “mística” o “espiritual”,
por eso estos grupos se caracterizan por estar aislados de la gran comunión de
la Iglesia, sienten que no deben “contaminarse” con el resto de los cristianos
y eso los lleva a tener su propia doctrina y tradición paralelas, lo cual no
aporta nada a la diversidad pero sí hace un aporte enorme a la fragmentación.
Así la propia “comunidad” es elevada a una
categoría divina, siendo esto también idolatría.
Debemos
entender que la superstición o pensamiento mágico es una corrupción de la fe, aunque
parezca muy santo sólo creer y no pensar. Curiosamente, los facundos discursos
de los líderes fundamentalistas bíblicos hacen hincapié en la “vida en el
Espíritu” pero con sus obras niegan esta realidad y la corrompen con un
pensamiento mágico que puede parecer “vida en el Espíritu”, a los ojos de
personas sin un discernimiento espiritual desarrollado y que buscan un sentido
para sus vidas, pero que no es “vida en el Espíritu” sino superstición, tal
cual hemos demostrado en este humilde subsidio.
Conclusión:
El sentido de la vida
Para
descubrir el sentido de la vida es necesaria la sabiduría que viene de Dios,
sin ella solamente podemos construir accesorios sentidos en lugar de descubrir
el sentido verdadero, el rumbo verdadero, el camino verdadero para nuestras
vidas. Vivimos en una época en que se ha perdido el sentido de la vida, por eso
la gran oferta de “supermercados espirituales” que hay al presente. Sepamos
valorar lo que es nuestro y no busquemos soluciones mágicas ofrecidas por
voraces y corruptos comerciantes que venden “espejitos de colores”, “pociones”
mágicas, “tónicos” que lo sanan todo, discos para “volar”, libros de “recetas”
para alcanzar el éxito del gurú, etc. etc. etc.
La
Iglesia Católica contiene, en modo muy singular, la mayor fuente de sabiduría
en el mundo, jamás igualada por grupo humano alguno, pero si esta sabiduría no
se conoce ni se difunde corremos el mismo riesgo de la iglesia norafricana
después de las invasiones vandálicas en que ya no había cristianos que buscaran
un desarrollo humano armonioso habiendo descubierto el sentido de la vida, como
antes tuvo a un san Cipriano, a un san Agustín. Esa iglesia norafricana terminó
viviendo en la chatura, en la mediocridad, y así desapareció absorbida por el Islam
hasta el día de hoy.
Así
como es la relación dinámica entre la Palabra de Dios y la Biblia,
analógicamente, la sabiduría de Dios precede a la Iglesia, está contenida en
ella en modo muy singular y la trasciende. Seamos conducidos por el Espíritu
para descubrir el sentido de la vida.
Todos los que son conducidos por el
Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de
esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos,
que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre! El mismo Espíritu se une a
nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos
hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo,
porque sufrimos con él para ser glorificados con él. (Romanos 8,14-17).
Mauricio
Shara
Bibliografía:
Biblia versión argentina “El libro del Pueblo de
Dios”
Benedicto XVI, Exhortación Apostólica postsinodal
“Verbum Domini”, 44
Gabriel Mestre, “Para leer Verbum Domini”, Buenos Aires, Ágape, 2011, 47-48
Es tal cual, nada para obejetar. Excelente la reflexión, la observación. De primera y dicho sin pelos en la lengua. Buenísimo! Aprendamos a valorar a la Iglesia y no imitar cualquier pavada.
ResponderEliminarLa verdad sin trapos tapaderos
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